Echar un poco de sal a los platos es una costumbre muy arraigada a la hora de sentarnos a la mesa, ya que realza su sabor en muchas ocasiones. Sin embargo, conviene saber que nuestro organismo tiene una necesidad más bien pequeña de aporte de sal y que un consumo excesivo de manera continuada de sal tiene consecuencias perjudiciales.
La principal consecuencia es que el exceso de sal aumenta nuestra presión arterial, si bien no en la misma medida para todos, ya que no todos reaccionamos de la misma manera ante su consumo elevado. No obstante, se tiene como norma general la recomendación a las personas con hipertensión que lleven una dieta baja en sodio.
También afecta a la retención de líquidos, favoreciéndola, y agravando los síntomas de personas con problemas cardiovasculares, hepáticos o de obesidad.
Por todo esto desde las autoridades públicas se intenta fomentar la reducción de su consumo concienciando a la población de los riesgos para su salud mediante campañas informativas. De igual manera algunas industrias alimentarias han tomado la iniciativa de reducir los niveles de sodio en sus productos, como ha ocurrido con la elaboración de pan, donde se ha llegado al compromiso de bajar un 70% el contenido en sal de este alimento tan consumido a diario en los hogares.
Cierto. Por mi parte, sin tener problemas de salud serios que me lo solicitaran, hace año y medio que empecé a comer con muy poca sal (en muchos platos sin ninguna). Esto, combinado con una mayor ingesta de agua, ha sido revolucionario. He notado un avance en el bienestar general tremendo (incluso de algunas alergias que padecía).
Gracias, Suki, por el artículo.
Un saludo.
Gracias a ti por compartir tu experiencia.
Un saludo y encantada de leerte por aquí!!! 🙂